La dañina figura del personajillo autoritativo, irreflexivo, egocéntrico y dictatorial, convulsiona en un mundo de destierro de valores humanos, espirituales, arrastrando de forma peligrosa a los entornos cercanos en los que, el miedo, la anulación del ser y su pensamiento, vagan en hastíos de la entereza, la dignidad o el conformismo.
El miedo- de los hasta entonces libres- a la pérdida de su condición de respetable, maduro, íntegro, pueden más que la lealtad al cargo que jura, la verdad, la razón, la justicia, que se escudriñan en tibias intenciones de perdón que sabe solo sirve para la salvaguarda temporal de su silencio cómplice. Conservar el estatus contra el viento, que a la marea le den por donde vino fresca. Mejor aliarse que enfrentarse, los daños colaterales cree pueden ser enjuagados en una cerveza, pero las heridas de la traición se infectan con facilidad. Queda atrapado en un mundo que critica, del que rehúsa en formas y maneras, para claudicar ante el temeroso peso abrumador de su captor. Y esto lo quiera o no, le convierte en cómplice, desautorizado para el vituperio, más que le guste.
Marzo de plata
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Hoy se tiñe de morado una esquina de la ciudad, la que traza en las calles
de la infancia el kilómetro cero de los días de reencuentro con la propia
verdad...
Hace 7 años
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