He de reconocer que cada vez me cuesta más entender la novelería de las cofradías y más particularmente de algunas bandas. Peor aún, cuando ambas se asocian.
A la cada vez más estrafalaria moda de paramilitarizar la uniformidad de los colectivos musicales, usando todo tipo de vanas excusas y falsas referencias, desde hace tiempo venimos observando como miembros de las mismas aparecen escoltando a imágenes en sus besamanos o besa pies -lo que ya es ridículo de por si- y extrapolan ésta actividad a la calle, haciéndolo a su vez con alguno de los pasos de la Hdad. a la que acompañan.
De veras que no entiendo que un músico porte un sable en una procesión religiosa. No me entra en la cabeza pensar que un tío sale a la calle con un arma para ¿defender qué? ¿a cuento de qué? y se me plantea la lógica y razonable duda de si posee permiso legal y autorizado para hacerlo. Alguno podrá replicar lo que le venga en gana, no seré yo quién vete su derecho. Podrán argumentar que algunas de las formaciones sólo llevan la empuñadura y es un objeto en apariencia, pero sables como las meigas, haberlos haylos, y esa figura del músico (o no) con uniforme paramilitar, arma o empuñadura y de escolta, está de más. Carece del más sincero argumento de la lógica y la referencia histórica, salvo que quieran equipararse a quienes tienen la venia concedida por el propio Senado popular hispalense y que no son otros que la Centuria Romana Macarena.
Todo lo demás es ridículo.
En éste plan, ¿veremos en cofradías de negro acólitos con katanas en vez de ciriales?
Llévate las entradas.
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Marzo de plata
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verdad...
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