Lo que daría, Cachorro,
por haber sido torero,
y vestir de blanco y oro
con alamares de ensueño...
Por liarme en un capote
en el patio de los miedos
Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero,
o salir de aficionado
en plazas y tentaderos.
Hubiera dejado todo,
mis ilusiones y anhelos
me hubiera mentalizado
y entregarme cuerpo a cuerpo...
¿Hubiera dado la vida
por torear en los ruedos!
Yo me fijaba en Belmonte
en Cagancho y en Chicuelo,
pero se truncó mi suerte
por culpa de aquel becerro
y sólo vesti de luce dos veces de novillero
¡Ay, Señor, lo que daría
por haber sido torero....
y hoy Cachorro, no soy más
que un artesaro alfarero,
en un corral de la Cava,
lo mismo que fue mi abuelo.
Lo que daría Señor,
lo que daría y no puedo.
Pero hay un día en el año,
en el que cumplo mi sueño,
cuando me llaman "valiente"
entre el olor y el incienso
¡Que suerte tengo Dios mío!
¡Cachorro que no estás muerto!
Porque es que aquí, en Triana
¿Donde si no, Padre nuestro?
las noches del viernes santo,
cuando me siento torero,
con mi faja y alpargatas,
con el costal de mis rezos,
para mecerte, Cachorro,
¡para llevarte hasta el cielo!
Texto Rafael Peralta
Foto José María Garrido.
Este manto, que por cierto, tiene su historia:
Al parecer, y según he escuchado de fuentes solventes, una Hermandad encargó estos bordados al taller de Esperanza Elena Caro, con destino a las bambalinas de un palio. Cuando la obra estaba en plena ejecución y bastante avanzada, la Hermandad en cuestión no pudo hacer frente economicamente a los trabajos, por lo que las bambalinas quedaron sin concluir. El mencionado taller, ofrecio los bordados ejecutados hasta el momento a nuestra Hermandad, la cual decidió comprarlos una vez fuera confeccionado este manto adaptándole dichos bordados. Si os fijáis, y poneis la foto girada 90º, podreis comprobar como la forma del dibujo se adapta perfectamente a lo que serían las caidas de un palio.